viernes, 13 de diciembre de 2013

La destrucción del edificio de Calle Muñoz Urra: vuelven los fantasmas del pasado

Hace más de veinte años que un servidor, junto con otros compañeros en las lides de la defensa del patrimonio, nos prodigábamos por los medios de comunicación y la calle para intentar sensibilizar a políticos, empresarios, constructores, promotores y vecindario de la importancia radical que suponía para nuestro futuro conservar el amplio y variado elenco de elementos del patrimonio cultural de Talavera. Eran tiempos de luchas casi románticas contra el monstruo de  la especulación, la desidia, inoperancia y el ignorante proceder de las administraciones. Muchos lamentos nos costaron ver cómo bellos edificios de arquitectura palaciega y popular caían bajo la necia mano del retrógrado agente local, cómo desaparecían hermosos paisajes urbanos construidos en el tiempo, contribuyendo una vez más a des-memorizar la historia de Talavera.  Las voces del pasado clamaban pidiendo justicia, reclamando cordura y sensatez a quien claramente no querían tenerla.
                Pasaron los años y cuando ya estábamos confiados en que aquello no era más que una lamentable pesadilla de los “años bárbaros”, los viejos fantasmas que atenta contra el sentido común vuelven a la carga. Indolentes, los promotores y empresarios, propietarios de “toda la vida de Talavera”, que tanto aman a su ciudad porque de ella han sacado el jugo crematístico hasta la saciedad, con hipócrita talante, en lugar de que sus beneficios favorezcan al común de la ciudad y a sus habitantes, simplemente para devolver, por justicia, una parte de  lo que han ganado, se marcan unas estupendas actuaciones al peor estilo decimonónico. Argumentarán que en pos del progreso y el desarrollo Talavera necesita de nuevos edificios modernos, y que todas esas antiguallas inservibles no tienen valor alguno. Y lo certificarán avezados y competentes arquitectos que con criterios muy finos de lo que debe ser el planeamiento urbanístico de una ciudad con futuro, y en aras de dejar una huella para la posteridad, convencerán al mercader fenicio talaverano de que es más conveniente y rentable hacer un rascacielos “mu bonito”, y además junto al Corte Inglés.  Y con esas cartas, y con la legitimidad que le dan los tribunales de “Injusticia” torearán normas de protección del patrimonio que tienen un interés colectivo, pero las sentencias judiciales dan la razón legal, pero no la ética, señor promotor.
                Y es que precisamente es la ética lo que falta en esta sociedad nuestra, y es que en esta Vetusta tagana que llamamos Talavera, hay tantos agentes depredadores como hienas en desierto en busca de carroña y presas. El escandaloso caso del edificio de la calle Muñoz Urra, inmueble de 1931, representación de un tipo de arquitectura ecléctica muy en boga en las primeras décadas del XX, es la última cuenta de ese rosario interminable de despropósitos de esta ciudad en materia de conservación del legado cultural. La implicación de los gestores políticos anteriores y actuales no es ajena a este desaguisado. Alguna irregular gestión debió de hacerse, por omisión o por acción contraria, cuando este edificio singular que estaba recogido en el Inventario de Bienes Inmuebles que acompaña al POM, cae impunemente y con respaldo judicial encima, bajo la piqueta destructora.

¡Qué indolencia, ciudadanos vetustenses, se respira en esta urbe cuando hemos dejado siempre su  destino en manos de caciques, mercaderes, especuladores e incultos! Ahora el lamento por la pérdida se ahoga por el clamor de supervivencia de los comunes que bastante tienen con llegar a fin de mes. Pero si algo debe servir la experiencia del pasado a una ciudad es para enmendar errores y poner las medidas necesarias para no volver a caer en las mismas simas de la burocracia legal que coartan la libertad de la cultura. Quizá sea ese el problema de Talavera, y quizá de nuestra cultura patria, que no asumimos nuestra historia ni estamos dispuestos a revisarla ni a integrarla. Y por eso sólo somos autómatas repitiendo las mismas actitudes en distintos momentos. Como decía Pessoa, mi tristeza está en no saber quién soy exactamente. Ahí está nuestra penitencia.

jueves, 13 de junio de 2013

Poesía del olvido: Pompeya

Cubierto por cenizas casposas y decadentes se mantenía el Pompeya, un antro de delicias en jardines caducos; un ramillete de rosas entre el estiércol soñoliento de aquella España de charanga y pandereta que se abría a la puntera noticia que venía de Perpiñán. Aquellas féminas que auspiciaban tiempos de gloria y triunfo en un Olimpo verdinegro, bajo la mirada atenta de los señores oscuros de gafas negras de pasta... encorbatados tecnócratas del régimen que  gastaban su fortuna en viajes a islas maravillosas donde la pulcritud les cegaba para no ver la propia mierda que tenían en su solar patrio. Los adalides de la canción recreaban mediocridades a la sombra de un cuervo mientras la farola de la Puerta del Sol apenas tenía ánimos para seguir luciendo, quizá asustada por los gritos que en un sótano cercano emitían las víctimas de los uniformados grises. La sombra del Gigante decaía, y en sus postreros estertores se alimentaba de la carne de utópicos donceles.
Pero el espectáculo se estaba preparando; Leo Carmona ultimaba los pasos de un baile de muerte, coreográfica mueca de burla con la Parca, mientras las doncellas del escenario, aquellas pompeyanas incólumes se reían como hienas en el pozo de la desesperación, el mendrugo de su casa, la brillantina, el mantel de hule, las medias repuntadas de su alma, la historia del pasado pendenciero que se difuminaba con la sonrisa dulce e ingenua de Almudena Cortés. Chicas de revista consumidas por el polvo secular de la laca y el alcanfor, neftalina para conservar intactos sentimientos de otras eras...La Trini, la Azucena, la Mai,... espectros maquillados con afeites de fellinianas composiciones, buscan en la mirada cómplice del público una tregua a su desdicha, un consuelo a su existencia de muñecas de barro manirrotas...Un viejo artista, Beni Plaza, apuntala con su arte lo que queda del templo de Talía en ese mausoleo de los horrores...
No se espera que mejore el capitán de este velero fantasma que es el Pompeya; curtido en mil batallas con el polvo blanco, se erigía en caudillo del rumor barriobajero madrileño. Aquiles Nervión, héroe griego entre sus congéneres, nacido de la unión de la Muerte con la Ironía. Su rictus mostraba una tela picassiana de lateralidad mordiente, trágico rostro para una víctima de los dioses, que cómodamente en sus sillones divinos jugaban con el pobre mortal...Aquiles, tu talón es tu ambición y los pecados capitales te acompañan de por vida, como las pulgas a un perro callejero. Sólo a la Elo le causa la ternura de la Madre, la ternura de la Eva arrepentida...de ver a su Cid derrotado entre tanta batalla cotidiana...
Pompeya, tu sólo nombre nos evoca el esplendor caduco del tiempo, el inexorable barniz con que las cenizas de la iniquidad, la envidia, el odio y la ambición cubren nuestros cuerpos insepultos... Pompeya ya está aquí...es una metáfora de la vida. Disfruten...

sábado, 27 de abril de 2013

Poesía del olvido: Las mariposas

Tengo luces en la palma de la mano, decía el muchacho agazapado en la esquina . Mientras un buque cargado de munición de alto calibre surcaba el estuario y en el cielo se dibujaba una sonrisa de nácar con gaviotas que destellaba soliloquios.
Al portero de un bar nocturno le resultaba irónico; pensaba que la vida se le escurría de las manos al tiempo que otros disfrutaban en las horas solares de aventuras bélicas, de gestas heroicas que escribirían páginas de la Historia. De batallas gloriosas contra el enemigo, y victorias preñadas de orgullo patrio.
Pero en ese momento se le acercó el niño de la luces en la mano, y con su mirada borró el sueño del celador que quedó petrificado. Y vio una revelación: acompañada de ángeles descendía hasta el lugar una muchacha que portaba una máscara de pájaro, y venía cantando una dulce canción que hizo brotar las lágrimas al guardián de la noche. Y con gran delicadeza le ponía la máscara delante de su rostro. Y el portero entendió que hasta entonces había sido un personaje, que había hablado y pensado como un protagonista de una historia que no era la suya. Comprendió en ese instante que con la nueva máscara podía saber quién era realmente.
Cuando se desvaneció la visión, el hombre fue corriendo y se levantó por los aires al tiempo que gritaba "las mariposas son reflejos de la memoria" y reía, reía, reía.....

martes, 1 de enero de 2013

Poesía del olvido: La lluvia dorada


Descolgado de cornisas prominentes se ve caer un manto de lluvia casi hueca, limpia de oxidaciones pero opaca en sus pensamientos. Un anciano que rebusca en la basura del cotillón milenarista ha advertido el fenómeno: se pone a recoger en su profunda bolsa, macerada por la mugre excrementicia, esa agua que hiriente, recorre canales de las arrugas de la ciudad. ¿Qué hace ahora con el líquido tesoro el defenestrado del sistema, ese sospechoso elemento contumaz que ha retado a los señores poderosos por sentirse libre entre cubos de basura?
Un avezado habitante de la calle de la Agonía le observa con detenimiento, y viendo lo irregular de su proceder ha avisado a las autoridades pertinentes: “un hombre harapiento y con una sonrisa en la cara se ha atrevido a mirar hacia el cielo y ha cogido la lluvia dorada de las ilusiones. Y no contento con eso se ha ido cantando mientras se desparramaba por su rostro una gota esmeralda de poesía…Acudan rápidamente, que el sujeto dice que es feliz….”.
Carrozas oscuras con cantos funestos de sirena se han precipitado por la rúa principal de la urbe y han escoltado al canciller de la felonía, al embajador del afilado hacha. Tienen miedo de que algunos harapientos más se entrelacen en sus ruedas de vapor ponzoñoso. Cuando han llegado al lugar una corneja negra estaba disertando sobre el más allá y el pecado mientras horripilantes cabezas ciudadanas se transformaban en etéreos espectros y asentían felices de sus enseñanzas…
Y el cuerpo autoritario ha pesquisado sobre el sujeto… y nadie conocía nada, y nadie sabía nada excepto lo que el Cornejo mayor les aconsejaba. Cuando los guardianes del orden quisieron actuar el ínclito personaje estaba ascendiendo hacia soles multicolores de seda y raso, donde le esperaban con sonrisas y brazos abiertos para recibir el agua sagrada de la utopía.

César Pacheco
Enero 2013