domingo, 20 de agosto de 2023

 LOS JARDINES DEL PRADO DE TALAVERA Y EL DESPROPÓSITO POLÍTICO

Han pasado más de dos meses y el vecindario talaverano se pregunta qué pasa con los Jardines del Prado. Por su estado lamentable más parece un solar abandonado a su suerte que un jardín histórico. Más se acerca a la imagen de un campo de batalla con trincheras semienterradas, donde se suponen que iban las instalaciones de riego e iluminación o saneamiento. Se nos ha dicho que hubo razones presupuestarias en las que una revisión del monto original de la obra exigía un aumento de un 40 % del inicial. Dijimos en su momento que la intervención nos parecía descabellada, megalómana y hasta cierto punto innecesaria. No voy a repetir mis argumentos por manidos, para defender una gestión de estos espacios de forma progresiva y sobre todo, respetuosa con el medio en el que se interviene. Más allá de la lamentable situación en la que se encuentra el conjunto nos llama la atención el silencio gubernamental y la inoperancia. El anterior equipo debió de dejar las cosas mal atadas con la empresa cuando esto no avanza. Tras el cambio de gobierno municipal, cuando esperábamos que se solucionaran los escollos  burocráticos y de presupuesto y se reiniciaran inmediatamente las obras, muy al contrario, vemos como la superficie vegetal y la basura se acumula en el Prado. El recinto está volviendo a ser un locus naturae  donde la propia fuerza vital de la naturaleza transforma lo que había sido un espacio antrópico. A lo mejor tenemos que dejar que la madre natura lo gestione ya que los humanos somos incapaces de hacerlo.

El caso de los Jardines de Prado y su escandalosa gestión municipal, sin mencionar las responsabilidades que pueda tener la empresa adjudicataria, nos sitúa ante la relación dialéctica que tenemos con nuestro medio ambiente, y cómo la ideología política influye en la conservación de nuestro medio natural aunque, como en este caso, sea una creación antrópica, con un patrimonio histórico y arqueológico heredado, por añadidura.

Dice mucho de cómo construimos nuestras ciudades, de cómo diseñamos desde el punto de vista urbanístico y ambiental nuestros espacios, tanto los nuevos como los heredados. El desajuste político, desgraciadamente, afecta a este tipo de actuaciones de forma negativa. Ojalá que pronto haya cordura y sensatez en la administración local para solucionar cuanto antes el desaguisado. Creo que está en juego la declaración de Bien de Interés Cultural con categoría de Jardín Histórico para nuestro recinto del Prado.

La ciudadanía está expectante….

sábado, 1 de julio de 2023

 

Cuando se empieza por los cómicos…

 

Una terca obsesión de los ultramontanos es prohibir las voces que hagan pensar, que hagan reflexionar sobre la vida, que nos ayuden a construirnos y reconocernos como personas. La reciente censura y prohibición por parte del consistorio  en Valdemorillo de la obra Orlando, basada en el texto de Virginia Woolf, es sólo un destello funesto de lo que puede llegar a ser la “nueva ola” de la intolerancia, la incultura, la falta de sensibilidad y por supuesto, el posicionamiento político de tendencia fascista.  Es altamente llamativo que las primeras medidas de implantación del nuevo “régimen” tienen que ver con la supresión y eliminación de espacios políticos y de derechos en áreas imprescindibles como la igualdad, la mujer, la negada violencia de género, etc; pero también, como estamos viendo, con el ámbito cultural. Y como ha solido pasar en los tiempos de intolerancia y talantes dictatoriales los cómicos eran de los primeros en ser criminalizados.

Porque hay muchas formas de criminalizar a los agentes sociales y culturales, y una de ellas es negándoles la posibilidad real de expresión, oral, artística, visual, escrita o dramática. Y es sabido que el teatro siempre ha sido un elemento molesto para el poder. Porque pone en evidencia, como en un espejo, sus pecados, sus oscuridades y resortes antiéticos.

Se nos podrá decir que existe un teatro perfectamente compatible con el planteamiento ideológico de los partidos que sostienen ese tipo de políticas. Teatro incluso de corte popular, muy “inocente” en su concepción, donde las tramas, personajes y temas aludidos están siempre en sintonía con los discursos más conservadores –incluso religiosos- que apuntalan los pilares de esa sociedad de “gente de bien” que creen en los valores tradicionales de la familia, la patria, el rey y Dios. Su esencia radica precisamente en buscar la “desideologización” del producto cultural, en este caso dramático. El teatro tendencioso que según ellos huele a progresismo izquierdista, hay que evitarlo. El pueblo sometido y “votante” no necesita de discursos que alteren la “paz social” que, según ellos, radican en el mantenimiento de las costumbres patrias más arraigadas que han conformando nuestro ser “nacional”. De ahí el empeño de favorecer constantes culturales perfectamente superadas (toros, folklorismo mal entendido, la tergiversación revisionista de la historia, etc.) porque además son tópicas, inventadas y, por supuesto, tipificadas como esenciales de la cultura española cuando precisamente han sido producto de lo que decía Hobsbawn, la invención de la tradición.

Precisamente, un autor de teatro clásico, el romano Terencio acuño aquella frase de “Nada de lo humano me es ajeno”; como actor, autor y director teatral me preocupa mucho esta dinámica que ha abierto una brecha cuyas consecuencias y secuelas es imposible predecir. Son muchas las voces que se levantan contra este tipo de atropellos, más propios de pretéritas épocas que creíamos superadas. Pero desgraciadamente hay un sector importante de población y consumidores de cultura que lo asumen sin sentido crítico y hasta lo verán conveniente.

Pero es que prohibir, censurar y evitar la representación de una obra con lo que eso conlleva es un acto de felonía social. Porque más allá de si esas obras tienen un mensaje progresista, homosexual, libertario, ecológico, filorrepublicano, feminista, o de cualquier otro cariz que puedan encontrar como amenazante a sus “valores tradicionales”, el teatro debe ser libre para expresar siempre lo que autores y autoras han expresado después de una reflexión sobre nuestra condición humana, nuestras sombras y nuestras luces, los pecados y virtudes que tanto a nivel personal como colectivo nos definen. Por eso, ese asunto va más allá de si estamos hablando de teatro progresista o conservador, rojo o facha. Negar el teatro y su dialéctica con el público, oyente, sintiente y pensante, es negarnos nuestro derecho, y yo diría deber, como especie inteligente, al desarrollo intelectual y espiritual. Pero, claro, a lo mejor eso es lo que se persigue, eliminar los espacios, ocasiones y herramientas para pensar y crear consciencia. Esa ha sido siempre su táctica.

Por ello pido a colectivos, asociaciones, grupos, autores, agentes culturales y creadores  que no dejemos perder ni un paso de lo conseguido en las libertades de expresión y creación. No es la panacea lo que teníamos pero al menos los cauces y caminos estaban abiertos, sin cortapisas y sin censuras. NO A LA CENSURA TEATRAL, NI ARTÍSTICA, NI CULTURAL.

César Pacheco

29 Junio 2023.

miércoles, 15 de marzo de 2023

VIDEO DE PROMOCIÓN DE NUESTRA NOVELA HISTÓRICA

"LOS TUNÉLES DEL TIEMPO" 

Editorial Pigmalión Órfico

https://youtu.be/dESh4dOYjBY




viernes, 6 de enero de 2023

 SOLEDADES 


¡Qué frías son las soledades,

Qué anónimas las tardes

Qué distantes los mensajes

Qué cortantes los silencios!

 

En el mismo horno

Un fuego que ayer calentó

Hoy se construye un

Un hielo de distancias.

 

La misma sombra

De un sol que calentaba

El rostro del niño

Hoy es negrura de sepulcral destino.

 

Aves rapaces vuelan

En círculo

Vigilando los versos de desidia

Mañana no habrá

Más rosas en el jardín de

La caricia cálida,

Sólo un garabato de falsa

Sonrisa.


CAESAR ENERO 2023