Cuando se empieza por
los cómicos…
Una terca obsesión de los ultramontanos es prohibir las
voces que hagan pensar, que hagan reflexionar sobre la vida, que nos ayuden a
construirnos y reconocernos como personas. La reciente censura y prohibición
por parte del consistorio en
Valdemorillo de la obra Orlando, basada en el texto de Virginia Woolf, es sólo
un destello funesto de lo que puede llegar a ser la “nueva ola” de la
intolerancia, la incultura, la falta de sensibilidad y por supuesto, el
posicionamiento político de tendencia fascista.
Es altamente llamativo que las primeras medidas de implantación del
nuevo “régimen” tienen que ver con la supresión y eliminación de espacios
políticos y de derechos en áreas imprescindibles como la igualdad, la mujer, la
negada violencia de género, etc; pero también, como estamos viendo, con el
ámbito cultural. Y como ha solido pasar en los tiempos de intolerancia y
talantes dictatoriales los cómicos eran de los primeros en ser criminalizados.
Porque hay muchas formas de criminalizar a los agentes
sociales y culturales, y una de ellas es negándoles la posibilidad real de
expresión, oral, artística, visual, escrita o dramática. Y es sabido que el
teatro siempre ha sido un elemento molesto para el poder. Porque pone en
evidencia, como en un espejo, sus pecados, sus oscuridades y resortes
antiéticos.
Se nos podrá decir que existe un teatro perfectamente
compatible con el planteamiento ideológico de los partidos que sostienen ese
tipo de políticas. Teatro incluso de corte popular, muy “inocente” en su
concepción, donde las tramas, personajes y temas aludidos están siempre en
sintonía con los discursos más conservadores –incluso religiosos- que apuntalan
los pilares de esa sociedad de “gente de bien” que creen en los valores
tradicionales de la familia, la patria, el rey y Dios. Su esencia radica
precisamente en buscar la “desideologización” del producto cultural, en este
caso dramático. El teatro tendencioso que según ellos huele a progresismo
izquierdista, hay que evitarlo. El pueblo sometido y “votante” no necesita de
discursos que alteren la “paz social” que, según ellos, radican en el
mantenimiento de las costumbres patrias más arraigadas que han conformando
nuestro ser “nacional”. De ahí el empeño de favorecer constantes culturales
perfectamente superadas (toros, folklorismo mal entendido, la tergiversación
revisionista de la historia, etc.) porque además son tópicas, inventadas y, por
supuesto, tipificadas como esenciales de la cultura española cuando
precisamente han sido producto de lo que decía Hobsbawn, la invención de la tradición.
Precisamente, un autor de teatro clásico, el romano Terencio
acuño aquella frase de “Nada de lo humano me es ajeno”; como actor, autor y
director teatral me preocupa mucho esta dinámica que ha abierto una brecha
cuyas consecuencias y secuelas es imposible predecir. Son muchas las voces que
se levantan contra este tipo de atropellos, más propios de pretéritas épocas
que creíamos superadas. Pero desgraciadamente hay un sector importante de
población y consumidores de cultura que lo asumen sin sentido crítico y hasta
lo verán conveniente.
Pero es que prohibir, censurar y evitar la representación de
una obra con lo que eso conlleva es un acto de felonía social. Porque más allá
de si esas obras tienen un mensaje progresista, homosexual, libertario,
ecológico, filorrepublicano, feminista, o de cualquier otro cariz que puedan
encontrar como amenazante a sus “valores tradicionales”, el teatro debe ser
libre para expresar siempre lo que autores y autoras han expresado después de
una reflexión sobre nuestra condición humana, nuestras sombras y nuestras
luces, los pecados y virtudes que tanto a nivel personal como colectivo nos
definen. Por eso, ese asunto va más allá de si estamos hablando de teatro
progresista o conservador, rojo o facha. Negar el teatro y su dialéctica con el
público, oyente, sintiente y pensante, es negarnos nuestro derecho, y yo diría
deber, como especie inteligente, al desarrollo intelectual y espiritual. Pero,
claro, a lo mejor eso es lo que se persigue, eliminar los espacios, ocasiones y
herramientas para pensar y crear consciencia. Esa ha sido siempre su táctica.
Por ello pido a colectivos, asociaciones, grupos, autores,
agentes culturales y creadores que no
dejemos perder ni un paso de lo conseguido en las libertades de expresión y
creación. No es la panacea lo que teníamos pero al menos los cauces y caminos
estaban abiertos, sin cortapisas y sin censuras. NO A LA CENSURA TEATRAL, NI
ARTÍSTICA, NI CULTURAL.
César Pacheco
29 Junio 2023.