Los oligarcas vetustienses han bañado su mediocridad en las aguas del Tagus aurifer pero no se han quitado la felonía que los envuelve y han salido empapados de propósitos más mezquinos. Visionarios mercaderes han intentado llenar de nuevo las arterias de la vieja ciudad con aparatos motorizados que rompían sendas pedestre, donde el niño levanta vuelos de palomas y globos de colores. Pero una ola de sentido común ha barrido su absurda pretensión.
Y la ciudad se llena de letanías grises elevadas a dioses oscuros, desempolvando viejas fotos sepias donde las mantillas y uniformes se enseñoreaban por las calles engalanadas, y el pueblo miraba entre la estupefacción y el mudo consentimiento de los que callan ante las tormentas, para luego llorar en el recóndito cuarto privado ante espejos obtusos.
Vetusta se duerme en los anocheres otoñales teñidos de naranja y sangre...y mañana volverá la rutina a cantar su himno...
Caesar, octubre 2012
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