miércoles, 23 de mayo de 2012

Poesía del olvido: los lingotes de oro y el Cristo de barro



La lluvia cae como lingotes de oro en las pertenencias del guardián del capital.
Dibuja una sonrisa macabra en los límites de los caudales que rebosan de las faltriqueras exiguas de los desheredados.
Un niño come un mendrugo de pan corrupto en la puerta de una chabola mientras un crucifijo de barro se ilumina con resplandores de nácar.
Y la madre busca respuestas entre las canastas de ropa usada que ha logrado reunir en su guarida.
Pero los señores del almidón y la corbata no saben que hay chabolas, ni niños, ni madres, sólo están pendientes de la prima de riesgo y del íbex para todo ......
Sube también la bruma del río hasta las oficinas contaminadas por papeles de la Bolsa...  y aunque hay octubres negros para los señores del traje, ninguno se despeña por las líneas enhiestas de los rascacielos.
Prefieren arrojar a los hijos de los nadies para que vuelen por el vacío del empobrecimiento.
Pegados a escorias del asfalto y a mercedes metalizados, los burócratas empingüinados recorren los bulevares del trampantojo neobarroco. Letreros luminosos parpadean con los neones ultravioletas, anunciando el baile neoliberal al son de compases orquestados por el Mercado.
Y el niño, cansado de esperar a que los amaneceres vengan claros, se desploma inerte, al tiempo que el Cristo de barro se parte en pedazos de tristeza e impotencia.

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