Me levanto con la noticia científica que asegura que en la
sierra de Madrid el yacimiento de Pinilla alberga importantes restos de
neandertales. En un abrigo de la zona se ha documentado un enterramiento infantil con la presencia de dos lascas y un
asta de uro encima del pequeño esqueleto.
Me pregunto qué les movió a aquellos hombres y mujeres
prehistóricos de hace 90.000 años a colocar de aquella manera el cuerpo y a
depositar sobre él estos objetos. Si este ritual que después de miles de años
seguimos reproduciendo con mayor o menor fortuna tenía una significación de
trascendencia, o era la expresión de afecto de unos padres o comunidad humana
hacia su hijo muerto.
Hay algo trágico en la ciencia y algo mágico… Los motivos
que buscan los científicos para explicar procesos factuales que ayuden a la
comprensión de la evolución humana a veces se ven sorprendidos por la magia de
lo inmaterial, del mundo del espíritu, de la evocadora sensación del más allá…
Me siento extrañamente identificado con ese estadio del
primitivo homínido porque reconozco que en muchas cosas, comportamientos, y
modos de actuar estamos estancados en esa fase, aspirando eso sí, a una más
elevada concepción de nosotros mismos
como especie. No sé si lo conseguiremos.
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