RELATOS DEL RINCÓN HOMÉRICO 6: LA CIUDAD SIN ALMA
Lo peor de la ciudad es que te vomita
sus ensueños cuando tú estás menos preparado. Cuando te deslizas por sus líneas
de correcciones blancas y amarillas, cuando te acoges a sus brazos de madre indolente
pero atenta, cuando te empeñas en verla como patria de libertades de piedra. Te
vomita su expresiva inhumanidad en el momento que más la necesitas. Cuanto más
intentas aferrarte a sus pechos de matrona cual lactante desprotegido más te
desprecia con sus grises canciones de indiferencia. Y las calles se convierten
en ríos de muerte congelada, y las avenidas son lenguas de lava ardiente de
desidia, de silencios aterradores. Y las plazas no son plazas de vida y
comunión, son anfiteatros destinados a la lucha voraz con el vecino, donde las
fieras de la ira ejecutan sus sangrientos juegos. Y los parques ya no verdean
con florestas de vida y esperanza, sólo son junglas del hastío y lo proscrito,
escondites de poetas perseguidos por tener el verbo fino y cortante. El río no
es agua, es plomo, un glaciar de tormentos congelados en hídrica apariencia,
donde los peces no son peces, si no pecados colectivos convertidos en seres
inertes…y el sol de poniente ya no está para dorar las tardes de los ancianos
si no para abrasar los futuros de los niños que no son niños, son sólo clones
de verdades disfrazadas. La ciudad se enseñorea como Saturno que devora a sus
hijos… y cada noche hace un festín con deliciosos manjares donde los comensales
son las bestias del dinero que no se sacian; y acuden al banquete las rapiñas
de las medias verdades y el engaño, los señores del mañana, no del ahora,
trampantojos con vestidos de luces que tapan las oscuridades de su alma con
fuegos de artificio digitales.
Y
caen las hojas del álamo herido…en el extremo de la ciudad sin nombre, la
ciudad sin alma.
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