El ciudadano medio considera que sus derechos son intocables, inexorablemente unidos a su devenir, imperturbables ante las tormentas políticas y económicas. Como si de pronto por un legado sobrenatural ofrecido al gurú más espabilado de la comunidad, en una epifanía misteriosa, se nos hubieran dado por arte de magia los derechos y beneficios de la desclasada clase trabajadora.
Y entonces llega un día en el que los lobos sangrientos del mercado, sedientos de sangre y carne del rebaño de corderos, se organizan para robar los derechos y libertades; y construyen todo un discurso en nombre del ahorro y el ajuste para acabar con los mínimos que los colectivos que viven de su trabajo disfrutan no sin esfuerzo. Y lo justifican en sus altavoces mediáticos, con los voceros periodistas y tertulianos de medio pelo pseudointelectuales berreando mensajes sobre el derroche, la necesidad de recortes, y un sinfin de barbaridades sorprendentes que ni ellos mismos se atreverían a decir después de unas cuantas copas de mediocridad.
Y es entonces, digo, cuando la masa parece anestesiarse; es cuando parece que lo que antes se veía muy claro ahora se convierte en una pesadilla, amenazante....y la gente tiene miedo a perder 50 o 100 euros un día antes que hacer un paro de la jornada porque de pronto, todo aquel paraíso ficticio del que disfrutábamos "por arte de magia" se nos antoja un infierno con demonios infundiéndonos miedos: miedo a perder el trabajo, miedo a no tener futuro, miedo a rebajarte a condición de esclavo..miedossss. Y cunde el pánico, y entonces ya los trabajadores dejan de ser personas para convertirse en herramientas del mecanismo productivo, en imágenes multimedia de un juego virtual...Y olvidan sus derechos y libertades... y olvidan que aquellos logros fueron fruto de muchas mujeres y hombres que se dejaron la piel, sus familias, sus vidas en conseguir que ellos vivieran en aquella Arcadia de los derechos...Pero lo olvidan...pues les han robado la memoria...y estando desmemoriados ya no son personas, son seres sin futuro. Porque el futuro se construye con la memoria.
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